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miércoles, 21 de octubre de 2015

El mensaje a García.

El mensaje a García

 
Presidente Rodrigo Carazo
Durante la campaña electoral en la cual salió electo como presidente don Rodrigo Carazo Odio, se dijeron muchas cosas sobre él y contra él. Se le endilgaba por ejemplo ser un hijo renegado del PLN y un traidor a sus mentores, Daniel Oduber y don Pepe Figueres. La izquierda rompía sus fuegos vinculándolo a la extrema derecha centroamericana, inclusive ligándolo a formaciones del paramilitarismo como la llamada “Mano Blanca”, escuadrón de la muerte guatemalteco.
Los dos primeros años de don Rodrigo como presidente, a mi manera de ver, fueron una combinación de populismo de derecha y de acciones brutalmente antiobreras. De esto último pueden dar fe muchos compañeros que fueron dirigentes sindicales en aquella época. El nombramiento de una Ministra de Trabajo- doña Estela Quesada- con la misión de despedazar el movimiento obrero, es testimonio suficiente. Como consecuencia, podríamos llenar páginas de páginas recopilando la historia de las huelgas fuertemente reprimidas en ese tiempo y la ofensiva solidarista.
En consonancia con el lado populista de ese gobierno, nomás comenzada la Administración Carazo, hizo llegar a todos los empleados públicos un documento denominado “El mensaje a García”. La intención de dicho folleto era elevar la autoestima de los empleados y su entrega como servidores públicos, un llamado a ir más allá de sus obligaciones. Se trata de un relato elaborado por el periodista estadounidense Elbert Hubbard, publicado el 22 de febrero de 1899, sobre un hecho real, pero con una gran dosis de fantasía agregada. El jefe del Ejército de EEUU envió a un teniente con un mensaje verbal para un general del ejército rebelde que luchaba en Cuba por la independencia. Según este relato, el teniente, para cumplir su misión y entregar el mensaje, hubo de pasar por insalvables peligros y odiseas, hasta que por fin logró su objetivo.
Algo así como la novela Miguel Strogoff, de Julio Verne, donde este sirviente debía llevar un mensaje del Zar, desde Moscú, a su hermano, quien era gobernante de la lejana Irkutsk en Siberia.
Tanto los liberacionistas como los de izquierda, que no nos sentíamos parte de ese gobierno, vimos las iniciativa de Carazo con desprecio o con indiferencia para decir lo menos. Lo cierto del caso es que para nada cumplió con su objetivo.
Bastantes años después, vengo a enterarme que desde finales del siglo XlX ya comenzaba a practicarse lo que hoy se denomina amarillismo periodístico. O sea, el “miente, miente, que algo queda”, que tanto se le ha atribuido Goebels, jefe de propaganda nazi y también a otras personalidades. Un especialista en esta materia fue el magnate del periodismo estadounidense, Randolph Hearst.
La historia verdadera del teniente Andrew Rowan es muy diferente a la contada en “El mensaje a García”. Si bien es correcto que su trabajo por llevar el mensaje a Calixto García, fue exitoso y tiene sus méritos, lo cierto del caso es que él llegó a Jamaica y de ahí fue conducido a Cuba por contactos del ejército rebelde y logró llevar el mensaje hasta Bayamo, donde estaba el General, lo demás es fantasía. Claro, si lo hubiese detectado la inteligencia española lo habrían fusilado.
A su regreso a EEUU, el teniente Andrew fue ascendido de una sola vez de teniente a coronel y la historia que hicieron de él fue profusamente utilizada para elevar la moral de la tropa de EEUU. Asimismo, un príncipe ruso que consiguió el texto, se lo llevó a su país y logró que cada soldado ruso lo llevara en su mochila. Los soldados rusos que caían prisioneros de los japoneses, en la guerra ruso-japonesa, permitieron a su vez, que dicho documento fuera utilizado por ellos de igual forma.
Se dice que en ese tiempo, “El mensaje a García” fue editado profusamente hasta alcanzar la nada despreciable cifra, para su época, de cuarenta millones de ejemplares.
Más los que mandó a imprimir nuestro inefable presidente.
Las paradojas son también, en mi concepto, además de la lucha de clases, un motor en la historia de la humanidad. Don Rodrigo Carazo debió enfrentar situaciones como la guerra contra la dictadura de Somoza y las presiones para que nuestro país no colaborara con esta causa, algunas al grado de extorción o chantaje, por parte de gobiernos, organismos internacionales y somocistas costarricenses solapados.
La virtual metamorfosis de don Rodrigo, que lo llevó a enfrentarse al FMI, a romper con esta institución, rechazando sus imposiciones inaceptables y echarlos del país, debe ser interpretada, como todo, en el contexto histórico que le tocó vivir. No es presuntuoso afirmar que fue el primer presidente latinoamericano en tomar tal decisión. Sus dos últimos años fueron de un viraje sustancial que lo hizo ganarse el respeto y la consideración de quienes luchamos cotidianamente contra el imperialismo y su ideología política y económica: el neoliberalismo.
Hoy contemplamos estupefactos una implacable ofensiva a través de los grandes medios de comunicación empresariales, contra todo lo que huela servicios públicos, a empleo público, a empresa estatal. Se les atribuye todos los males habidos y por haber, en particular el déficit fiscal que arrastra el país herencia las dos últimas administraciones liberacionistas.
La versión del “Mensaje a García” hoy día es otra. No es aquella que, aunque manipulada, pretendía levantar los ánimos y responsabilidad de los empleados públicos. Ahora se demonizan los sindicatos y su principal instrumentos de reivindicación de los trabajadores: la Convención colectiva.
Detrás de toda la argumentación que se ha dado sobre privilegios que gozan algunos trabajadores del sector público, se esconde la consigna de negarle a los trabajadores del sector privado el derecho que les concede la Constitución Política y el código de trabajo de organizarse sindicalmente. Pretenden precarizar el empleo público, que ha logrado conquistas, nivelándolo hacia abajo con el sector privado que adolece de ellas por carecer de organización.
Sabemos que por detrás de leyes como el traslado de competencias a las municipalidades, la ley de Empleo Público, la educación dual y otras, se esconde la profundización del modelo neoliberal que se viene instaurando en el país desde hace más de tres décadas y el desmantelamiento de lo que queda del Estado social de derecho. Han semiprivatizado ya la seguridad social, la educación, las telecomunicaciones, los seguros. Los puertos marítimos y aéreos han pasado su administración a manos privadas mediante el sistema de concesión. Pero los privatizadores le tienen la puntería al último lomito que nos queda intacto: RECOPE, la empresa más grande de Centro América.
Don Rodrigo Carazo fue hasta su muerte un convencido defensor de la institucionalidad, del Estado Social de Derecho, de la empresa estatal en sectores estratégicos. Su ejemplo ha sido y seguirá siendo nuestra guía.
(*) Juan Félix Montero es Educador