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miércoles, 11 de febrero de 2015

Memento homo quia pulvis es, et in pulverem reverteris


Cuando estaba carajillo , tenía que concurrir religiosamente los domingos a la misa de las diez de la mañana en la iglesia católica de mi pueblo natal.A los güilas (y las güilas)nos sentaban en las gradas del altar, de espaldas al sacerdote.En ese tiempo tuvimos el primer cura permanente, un sacerdote de origen alemán, persona de excelente oratoria y cultura, hablaba varios idomas. Vino a cambiar muchas cosas, por ejemplo, prohibió llamar a la puerta de una casa con nuestro típico “upe”. Dios libre se enterara que alguien no había llamado diciendo: “Ave María Purísima” y desde adentro alguien contestaba: “sin pecado concebida”. No se me puede olvidar aquella vez que condenó a los tizones del infierno a una muchacha que quedó embarazada sin estar casada. Desde el púlpito empezó a lanzar todo tipo de maldiciones contra ella. Claro, ese pueblo era muy conservador, casi en un 100% católico, estos casos no eran frecuentes y por tanto, muy sonados.La pobre muchacha, que desgraciadamente se había sentado en las primeras bancas se levantó y salió de la iglesia, atravesando entre las dos filas llenas de feligreses. ¡Por Dios, nunca en mi vida he visto y creo que jamás volveré a ver a una persona tan ruborizada, seguramente deseando se la tragara la tierra!
Muchas cosas pasaron en mi pueblo en ese tiempo, este cura se metía en todo y lejos de traer paz, produjo desasosiego en muchos hogares. Tanto es así que en ese ferviente pueblo, tan recatado y respetuoso, lo apodaron “maíz de millo”(dícese de unas semillas que solo sirven para hacer una especie de turrones que les decían alborotos)
Muchas historias de este padre se me quedan en el tintero, pero como la idea es que este relato sea corto, les cuento que eso sí, todos nos confesábamos y comulgábamos. Nos arrodillábamos en esas gradas y el padre iba uno por uno entregando la hostia y repitiendo: “Domine non sum dignus,memento homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris”- recuerda hombre, que polvo eres y en polvo te convertirás. Se me gravaron esas palabras, tal vez las únicas que me aprendí en latín, pero significaron mucho más para mí cuando me puse a pensar, años después, que la iglesia se basa en una filosofía idealista de la vida mientras que estas palabras o más bien , este pensamiento es profundamente materialista. Y no solo eso, contradictorio con las prédicas de la iglesia sobre el alma que trasciende.Ahora entiendo por que el sacerdote no se limitaba a decir esas palabras en latín, sino que a renglón seguido las traducía al castellano; como diciendo: a pesar de todo lo que enseña la iglesia, esta es la realidad de las cosas.
jf