Un proyecto país
Gente
viviendo con dignidad
un llamado a la
convergencia y la acción ciudadana por la refundación de una Costa Rica
renovada
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Octubre 2012
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Preámbulo
1.
Costa Rica pasa por un momento angustioso, pues
su andamiaje político e institucional aparece desprestigiado e inoperante, con
muestras de evidente agotamiento e incapacidad de dar respuesta a los
requerimientos actuales de una sociedad que ha ido perdiendo la cohesión y se
encuentra cada vez más estratificada, con mayor distanciamiento entre sus
partes y con una ampliación de sus brechas, en todos los sentidos, al punto de
enfrentarnos a la fragmentación de las varias “costa ricas”. Pero también es un
momento crucial, en el cual debemos avanzar en democracia o perderemos lo edificado
por generaciones anteriores; logros democráticos y sociales no exentos de
contradicciones, que requieren ser revisadas fuertemente, pero también merecen
ser profundizadas en calidad e inclusión.
2.
Este trance no es exclusivo de Costa Rica, sino
que América Latina en conjunto vive un punto de ruptura que podría no tener
marcha atrás, el cual va más allá de la mera situación de crisis provocada por
la recesión económica del mundo capitalista globalizado y globalizador. Tal
punto de ruptura lo han venido impulsando sectores y grupos coligados por su
espiritualidad de mercado, mediante una estrategia neoliberal que, en nombre de
los dogmas del equilibrio financiero y macroeconómico, la estabilidad de la
banca, la libre operación de los agentes transnacionales, la maximización de la
extracción de riquezas y la comercialización de todos los ámbitos de la vida, pretende
arrasar con la democracia y los logros sociales que se alcanzaron con el viejo
Estado de Bienestar. Esta alianza indisoluble
entre las corporaciones transnacionales, portadoras de la ideología que impulsa
la globalización neoliberal como expresión del capitalismo salvaje, junto a sus
representantes locales, que actúan en los ámbitos político, económico y
cultural, están empeñados en una activa labor de demolición social, ética e
histórica, de liquidación y destrucción sistemática de toda la obra social,
espiritual y económica que nos antecede.
3.
La situación actual es injusta e indignante;
atenta contra un sustrato rico en valores y principios humanistas y
democráticos que en el pasado han orientado las mejores acciones de nuestro
pueblo y podrían volver a dar luz para nuevas caminadas y proyectos. Pero esto
supone una actitud crítica frente a lo realizado, para no caer en ilusiones de
paraísos perdidos, pero también requiere una actitud renovada y esperanzadora,
que sea capaz de enfrentar el tipo de sociedad que se
nos pretende imponer y luche por adoptar un proyecto nacional y costarricense
que implique “caminar con nuestros
propios pies y pensar con nuestra propia cabeza”.
4.
Esta nueva caminada para
construir el país que queremos exige una serie de tareas: unas de carácter
simbólico y conceptual, otras materiales y programáticas, que desde una
perspectiva nueva orienten el quehacer comprometido de los diversos sectores y
actores nacionales; juntas constituyen un proyecto
país. Entre las primeras se requiere un nuevo sentido de la política, del
Estado y la democracia; entre las segundas está la visualización de las
fortalezas, los desafíos y el programa que señale los vórtices para la acción.
5.
Un nuevo sentido de la
política ha de permitirnos “despolitizar” las decisiones y las estructuras
institucionales, es decir, quitar los vicios de la vieja política clientelar,
verticalista y autoritaria, para “repolitizar” la vida nacional, de forma que
el pueblo tome las riendas de su destino o al menos aspire a tomarlas en todo
lo posible. Desde esa perspectiva la política resulta, entonces,
el arte de diseñar la convivencia social y el futuro posible, mediante el
ensamblaje de los intereses de los otros
[y todos somos otros que nos reconocemos legítimos en la convivencia], para la
construcción de la Costa Rica que queremos (construcción de nuevas hegemonías o
sentidos comunes).
6.
A partir de esa nueva visión de la política se entiende
al Estado como algo muy dinámico, como
un flujo político-cultural entre sus tres componentes: (1) instituciones y
normas, (2) ideas fuerza vigentes, que crean un sentido común de las cosas, sobre
lo que fue el pasado, lo que va siendo el presente y lo que debe ser el
porvenir y (3) la correlación de fuerzas, en la que aparecen los diversos
sectores y actores sociales actuando. Es lo cierto que hoy requerimos refundar,
reconstruir el Estado, pero ya no como mero conjunto institucional del/y desde
el poder, sino como ese flujo relacional y cultural que incluye un tramado de
instituciones, un sistema de creencias y tolerancias que guían y ordenan la
vida cotidiana, y una estructura de correlación de fuerzas sociales, en la que
se expresa el liderazgo no como dominio ni control, sino como orientación del sentido
común de las personas, el sentido de lo justo, de lo valedero, de lo que vendrá
a futuro, del orden de las cosas, del sentido de la sociedad, de cómo está
organizado el país y hacia dónde debe ir.
7.
Para refundar el Estado y darle una orientación
al servicio de las mayorías populares se requiere de un profundo espíritu
democrático. Esto hace que debamos luchar por el sentido de la democracia, que
ha sido usurpado y desprestigiado por los mismos intereses de aquellos grupos
dominantes, con su estrategia neoliberal fragmentadora, autoritaria y
excluyente a la cual han llamado la (su)
democracia. Frente a esas derivas perversas debemos reconstituir el sentido de
la democracia, como la sensibilidad que impregna un orden de convivencia en el que
todos pueden vivir, aunque no de cualquier manera, y no porque el crimen no sea
posible, sino porque no está legitimado (una acción consciente contra la
impunidad). Esta sensibilidad democrática entiende que todos sus logros pueden
y deben ser revisados, para poder trascenderlos, pues se entiende siempre
tensionada en una conflictiva y nunca acabada construcción del orden deseado. Esta
idea de democracia ha de guiarnos en el proceso de refundar el pacto costarricense,
refundar una Costa Rica renovada, guiada por los valores de justicia y equidad
social, solidaridad que se expresa en la seguridad social, respeto a la
diversidad, con acceso y participación como reglas del juego democrático que
construye una sociedad sustentable.
8. Por
el otro lado, las tareas programáticas del presente proyecto país son una suma de tareas sociales y políticas que deben ser
cumplidas por el pueblo costarricense, para revisar, completar y mejorar sus
principales logros históricos. Un programa político debe partir de la realidad,
del conocimiento de las luchas sociales y las realizaciones alcanzadas. Pero
eso no sería suficiente. Este conjunto de tareas debe tener también un sentido
de futuro, es decir un avance, un mejoramiento y una transformación de lo que
ya se tiene, una construcción social y humana que supere los errores cometidos
y a su vez multiplique y consolide los beneficios conquistados y nos prepare,
como pueblo, para lograr nuevas victorias.
9. En
ese sentido, este programa político, en la medida que aspira a crear una nueva
cultura política en el país, y quizás como una utopía, impulsa a superar la
“parcheología” y esa cultura nacional del remiendo, para plantearnos como país
una propuesta de cambio estructural, que sea integral y que modifique la
organización actual que tiene Costa Rica, la cual es centralista,
verticalista, vallecentralista, autoritaria, excluyente y alejada de los
intereses de las poblaciones; pero también que modifique las formas de gestión
de esa organización. Por consiguiente, este programa fomenta la búsqueda de un
nuevo traje constitucional, pero también la generación de nuevas formas de relacionamiento:
entre la sociedad y su entorno, entre los sujetos y sus comunidades; entre los
ciudadanos y ciudadanas entre sí; entre los diversos sectores y actores
políticos, sociales y económicos. Un programa que deje el miedo de organizarnos
de modo diferente, que supere la parálisis que provoca el temor al cambio,
buscando de raíz una manera distinta y atrevida de refundar las estructuras de
poder, que contribuye a la formación de un país inclusivo, democrático, sano, capaz,
equitativo y solidario.
10. Este
programa no es para complacer a la clase
política, es para que tengamos un Estado y un Poder Público que funcione en
beneficio de la gente, de toda la población, de toda la sociedad. Por eso
enfrenta la actitud, a menudo conservadora in
extremis, de quienes amparados en lo que llaman el “realismo político”
defienden las reformas parciales como única vía de cambio; pero decir que no es
realista una reforma estructural y un cambio cultural, es muy cómodo para
seguir manteniendo un orden político que no está beneficiando a la gente. Por
eso la reforma estructural tiene que ser para “republizar el Poder Público”, que
hoy funciona en favor de los detentadores y de los allegados del Poder.
Una nueva organización del Estado tiene que recuperar la naturaleza pública
sustancial del aparato público, que se ha debilitado tremendamente y generar
una nueva cultura política del servicio público y el cuidado solidario, con la
participación ciudadana, en responsabilidad y respeto.
11. Por
consiguiente, lo que procede es refundar, crear, constituir, edificar,
una nueva forma de organizarnos como país, congruente con la nueva realidad: ¡Para una nueva realidad, una nueva
legalidad! Además, se trata de un proceso de mejoramiento
social, que no tiene una meta donde se den por concluidas las aspiraciones
ciudadanas. Los avances en la construcción de valores materiales y espirituales
de un pueblo, no concluyen jamás. Por eso este programa es solamente una
síntesis de las aspiraciones más urgentes e indispensables. A través de él
queremos ofrecer un servicio mediante el cual el pueblo se vea a sí mismo como
proponente y como gestor de su futuro.
I. Los desafíos y las tareas
12. Sin pretender abandonarnos a una actitud
derrotista, que invisibilice los logros sociales y democráticos alcanzados y
aún persistentes, pues eso sería uno de los triunfos pírricos de aquella
coligación de intereses que dominan la escena pública actual y está enquistada
en los aparatos estatales, debemos evidenciar algunos de los problemas más
acuciantes que enfrenta nuestro sociedad y su institucionalidad, por saber:
Ø Privatización de la agenda pública: Los dogmas neoliberales
están destruyendo el Estado Social de Derecho, que tuvo un gran impulso con las
reformas sociales y económicas de la década del 40 del siglo XX. Ahora se
pretende reducir el rol del Estado a menos de sus funciones tradicionales, las
cuales también se están privatizando. Privatización que se realiza tanto
mediante el proceso mismo de traslación de competencias y funciones a agentes
privados, regidos por la lógica de la maximización de las ganancias (empresas),
cuanto por el enquistamiento de los intereses y las agendas privadas en los
espacios de toma de decisión del Estado (lobby),
cuando no en el mero aprovechamiento privado de la utilización de los bienes
públicos (corrupción). Hoy los gobiernos y las cúpulas de las instituciones
públicas están al servicio de esos intereses privados y no responden a un
proyecto nacional sustentado en el sentimiento y la decisión democrática.
Ø Deslegitimación institucional:
La incapacidad de dar respuestas a las demandas de las poblaciones y la
desatención a sus problemas, así como la incapacidad para generar diálogos
virtuosos para construir acuerdos y decisiones políticas que beneficien a las
mayorías populares, marcan un franco alejamiento, cuando no oposición, de las
instituciones con sus soberanos. Esta situación, aunada al expolio casi
sistemático de esas mismas instituciones y los bienes públicos que administran,
y que deben estar al servicio de todos los miembros de la sociedad, fomentado
por una situación de franca impunidad, muchas veces amparada en legislaciones
espurias, ha provocado el mayor sentimiento de deslegitimación y desafección en
relación con las instituciones por parte de la ciudadanía, que se siente
traicionada y abandonada por una institucionalidad la cual solo mira por los
intereses de su mantenimiento y resulta abusiva.
Ø Corrupción:
Concebida casi como un hecho generalizado y enquistado en la actividad política
diaria no es, en ningún caso, un hecho individual, aislado, ni solo afecta la
actividad pública sino que implica también la acción de agentes privados. La
corrupción es un sistema, una red que se ha convertido en un elemento vinculado
al ejercicio del poder, pero también ha invadido y pervertido el
relacionamiento entre los mismos agente públicos con los privados. La
corrupción no es sólo una acción directa, sino que aparece por actitudes
permisivas, por simple omisión y negligencia para facilitar el enriquecimiento
ilícito personal o de terceros. Lo más grave de la situación es
que se han generado espacios de impunidad que abonan a la formación de una
cultura del facilismo, del logro del éxito económico rápido, por los medios que
sean, aún aquellos al margen de la legalidad. Esto ha venido creando un
sentimiento de irresponsabilidad e impunidad, del “vivillo que se la juega”, que
se expresa en la picaresca como forma de naturalizarse, pero que deteriora
significativa y aceleradamente el pacto de convivencia social e impone un
sistema de excepción (mafiacización
de la vida social), cuando no una sensación de estar sitiados (inseguridad, reclusión
y abandono). Por consiguiente, debe realizarse una campaña nacional, con
múltiples acciones y dimensiones, para combatir este deterioro moral y la
imposición de esa ética de la “banda de ladrones” (todos los ladrones pueden robar mientras no lo hagan entre ellos mismos),
que ha llevado a que amplios sectores de la población, de todos los estratos
socioeconómicos, vean como natural las diversas manifestaciones de la
corrupción, que se extienden por todo el entramado institucional y social del
país. Cualquier iniciativa transformadora estará condenada al fracaso o la
frustración si la sociedad no se sobrepone a este destructivo flagelo.
Ø Crecientes brechas sociales, económicas,
políticas, culturales: Esa misma tendencia privatizadora de los dogmas
neoliberales ha venido a profundizar las tendencias más autoritarias y
clasistas de la sociedad y la institucionalidad costarricense, lo cual se
evidencia en la profundización de las brechas existentes, en todos los ámbitos.
Brechas que para los mismos grupos enquistados en el poder son consecuencia
natural de un supuesto movimiento histórico imparable, como forma de eludir su
propia responsabilidad. Costa Rica se ha ido fracturando por la creciente concentración de la riqueza en pocas manos.
Esto, en momentos de aguda crisis y recesión económica, demuestra que la
riqueza fluye a manos llenas y por distintas vías, hacia grupos privilegiados.
Además, los acuerdos de libre comercio, expresión de esos dogmas privatizadores
que se encubren en discursos ideológicos (aunque se digan no ideológicos) de apertura y modernización, han capturado un
segmento enorme del mercado interno y han sustituido, en detrimento del
empresariado y la economía local, la producción interna por bienes importados.
Pero ello también ha establecido una nueva dinámica, que evidencia como nunca
aquello de que “poderoso caballero es don dinero”, pues los intereses
económicos priman sobre las exigencias políticas de una convivencia que se debe
construir para todos, e impone los cánones y nuevos signos e ídolos de la
cultura del consumo y del éxito individual e individualista (suma cero, guerra
de todos contra todos).
Ø Agotamiento de la
organización política administrativa del país y su cultura: La actual organización del tramado institucional nacional
tiene como característica el centralismo,
pues hay una altísima concentración de poder en el Ejecutivo, que impone tanto
la integración de las Juntas Directivas y las Presidencias Ejecutivas de las
mal llamadas “instituciones descentralizadas”, cuanto por el control que ejerce
sobre los recursos del país mediante la “caja única”. También es verticalista, porque las decisiones son de arriba hacia abajo; muchas veces se
fraguan en los escritorios de los detentadores del Poder, sin relación alguna
con la realidad de las comunidades y de los habitantes. Es vallecentralista ya que la inmensa mayoría de las decisiones políticas que afectan a
la totalidad del país, se originan en San José, donde está el Poder político y
administrativo, y donde se concentran los aparatos y servicios institucionales
de los cuales dependen las regiones. Además, se ha ido alejando cada vez más en
la medida que el Poder pretende bastarse a sí mismo; es la arrogancia de
pretender desatender a sus soberanos, y que su ejercicio no está determinado
por ninguna variable más allá de su investidura: quienes ejercen el Poder, lo
pueden hacer incluso inconvenientemente para los intereses nacionales, y sin
embargo nada pasa, no hay revocatoria de mandato (triunfo infausto de la
socorrida gobernabilidad de los poderosos). Por
consiguiente, es hora de romper con ese tipo de organización y fundar un
sistema más democrático y participativo. Pero esta transformación debe ser
protagonizada por el mismo pueblo, el cual debe tener el control de la situación
en todo momento. Se trata, por tanto, de una
transformación democratizadora cuya aspiración sea construir una organización
que distribuya el Poder, que potencie los territorios, que incorpore en las
decisiones públicas a más actores de las regiones y comunidades. Una
transformación democrática que tienda a hacer más productivos los recursos
públicos al servicio de todas las poblaciones, con mecanismos más cercanos a
los intereses de estas, maximizando la libertad, la pluralidad, la igualdad de
oportunidades reales y la participación popular, en todos los niveles y dimensiones
de la vida nacional.
Ø Si bien la lista de cuestiones se podría prolongar hasta incluir
temas como el desmontaje de los sistemas productivos en aras de la
transnacionalización de la producción; el deterioro medioambiental; el deterioro
de la infraestructura y los servicios públicos, y la instauración de una
cultura violentista, de la impunidad, del éxito individualista, basten los
mencionados para evidenciar los ingentes desafíos que, como pueblo, tenemos por
delante.
13. Por otro lado, la reconstrucción del tejido
social e institucional costarricense debe pasar por un proceso profundo,
riguroso, crítico, con profundo respeto por las gentes y sus necesidades y
aspiraciones, con un renovado espíritu de solidaridad y reconocimiento, que
armonice las decisiones y proyectos con las posibilidades materiales y
ambientales de estos. Ello impone algunas tareas inmediatas, por saber:
Ø
Protección
del medio ambiente y uso racional de la riqueza natural: Con
el convencimiento de que los extraordinarios bienes naturales con que cuenta
Costa Rica son nuestra principal riqueza, deben desplegarse todas las
iniciativas que salvaguarden esa riqueza y biodiversidad. Esta lucha debe darse
con toda amplitud y firmeza, mediante un permanente esfuerzo educativo, que
impulse aprendizajes sobre y en el metabolismo biosocial, para generar una
conciencia ecológica que se constituya en rasgo cultural de todo el pueblo. Solo
de esta manera podremos enfrentar el desmedido afán de lucro que destruye la
riqueza de la biodiversiad y los ecosistemas. En función de que la gente viva
bien, con dignidad, la riqueza de la biodiversidad y los ecosistemas podrán ser
utilizados, mientras no se menoscaben sus bases de sustentabilidad y las
afectaciones sean precisas y mínimas. Se deben tomar las decisiones y realizar
las inversiones necesarias para el control eficaz de la contaminación, así como
para enfrentar las consecuencias del calentamiento global, que ha sido
provocado por el uso abusivo y el desperdicio de esa riqueza biodiversa. De ahí
la urgencia, entre otras tareas, de discutir los aprovisionamientos energéticos
que se puedan implementar, así como los patrones de consumo y las orientaciones
del desarrollo, con una clara conciencia ecológica y compromiso de respeto y
protección del medio ambiente.
Ø
Calidad
de vida: Toda la acción estatal debe estar orientada a
proveer calidad de vida para todas las poblaciones. Esto impone, entre otros
aspectos, revertir el proceso del mal
desarrollo que destruye las bases de la producción y la reproducción
social, y reorientar la distribución de la riqueza, para que el 16% de la
población más rica no se quede con más de la mitad de la riqueza generada cada
año, mientras que el 25% más pobre apenas sobreviva con menos del 5% de toda
esa riqueza, como ha sucedido en las últimos diez años en Costa Rica. La cara
más (in)humana de esta iniquidad es la presencia en las comunidades del desamor: desamor por los niños y las
niñas, desamor por los jóvenes, desamor y desamparo por las mujeres jefas de
hogar, desamparo por los trabajadores y desintegración familiar. En las
comunidades, particularmente las más rezagadas, el Estado debe actuar con
espíritu solidario y humanístico, de forma que anteponga la
calidad de vida de todas las poblaciones como el criterio para decidir las
políticas públicas en materia de producción y distribución de la riqueza, y
debe regir sobre las políticas de carácter salarial, fiscal y de inversión y
gasto público. Por ejemplo, en las comunidades, particularmente en las más
empobrecidas, deben ser construidas, en el cortísimo plazo, lugares para
el deporte, la recreación, la cultura y el sano esparcimiento de todos. Allí
deben llegar las y los trabajadores sociales, los médicos y odontólogos, los
promotores de la cultura y el deporte, y todos los servidores públicos de las
instancias respectivas. Las comunidades deben estar inundadas de música,
sinfónica y popular, de teatro educativo, de sanas competencias. En ellas no
debe quedar ni una sola callejuela oscura y peligrosa y ni un solo niño, joven o
anciano en estado de abandono.
Ø
Acceso
y calidad en los servicios: El pueblo costarricense
debe asumir la tarea ineludible de defender las garantías sociales, los
derechos laborales y sindicales, así como las conquistas en seguridad social,
participación democrática y atención a las demandas de bienestar. Para ello es
necesario refundar el tramado institucional, desprivatizando y restaurando los
servicios públicos, ampliando y mejorando continuamente la cobertura y calidad
de estos, con sistemas de escrutinio ciudadano y rendición de cuentas, como una
forma de luchar por la equidad y la solidaridad, que enfrente las diversas
expresiones de la exclusión, la discriminación y la marginación.
Ø
Participación
y control ciudadano del poder: La concentración de la
riqueza y la alianza del gran capital nacional con el extranjero han conducido
a una creciente concentración del poder político, que se manifiesta en un
sobredimensionamiento del Poder Ejecutivo y en la cooptación empresarial de las
instancias de decisión política (lobby empresarial). Los órganos de control
político no funcionan o lo hacen de manera precaria e ineficiente. Por eso el
país requiere un proceso integral de redistribución de las funciones públicas,
las facultades, los recursos, las capacidades y posibilidades de toma de
decisión. Es un proceso que para trascender el clientelismo y la corrupción,
debe estar orientado a la construcción de una nueva ciudadanía, con
sensibilidad social y conciencia crítica, comprometida y activa, con el sano
sentido de la rebeldía y la capacidad propositiva y proactiva. Una ciudadanía
que asuma su papel de vigilancia cívica, dentro y fuera de las
instituciones, pues actúa con la convicción de que el conocimiento, la
supervisión y la opinión sobre los asuntos públicos y los intereses nacionales
no le son ajenos, sino que son una tarea suya propia y permanente.
Ø
Una
cultura de derechos humanos: Frente a una situación de
franca reversión de derechos y garantías jurídicas, hay una tendencia a pisotear
derechos humanos en otras épocas consolidados, mediante la conversión en objeto
de lucro privado de los recursos con los que se satisfacen necesidades humanas y
se cumplen requerimientos de seguridad y justicia, por ejemplo. A la vez, en un
alarmante proceso de cambio de valores, la cultura popular y sus tradiciones
vienen siendo sustituidas por los hábitos que inducen a la cultura de la
sociedad de consumo. Debemos, pues, revertir ese proceso que nos ha convertido
en la perfecta y gobernable sociedad de consumidores, para constituirnos en
sujetos que decidimos por nuestros asuntos, personales y colectivos, con
atención a nuestra corporalidad y sus demandas. Es decir, requerimos avanzar
hacia una real cultura de derechos humanos que potencie todos los procesos de
lucha que, desde el reconocimiento, la transferencia de poder y las mediaciones
normativas e institucionales, consolidan los proyectos de vida y las
concreciones de dignidad humana. Se trata, por tanto, de una sensibilidad de
derechos humanos que discierne la acción social específica orientada a la
satisfacción de necesidades humanas y construcción o producción de humanidad.
De esta forma, la sensibilidad de derechos humanos se hace cargo de la
parcialidad e incompletitud o lagunaridad de cualquier postulación de derechos,
ya que no se admite un canon cerrado sino un horizonte abierto en el que,
conforme las nuevas situaciones (sociohistóricas) vamos descubriendo espacios
de humanidad cada vez más amplios que reclaman protección, por ende, nos
descubren nuevos derechos humanos.
II. Nuestra fortaleza
14. También
debemos señalar algunos elementos que deben ser retomados y relanzados, pues no
todo puede ser presentado como negativo, sino que hay elementos que marcan
nuestra historia, pasada y reciente, que muestran la fortaleza para salir
adelante con un nuevo proyecto. Esta fortaleza estriba en la flexibilidad y
capacidad para generar cambios, reformas y transformaciones, unas profundas y
radicales, cuanto aquellas más coyunturales, con la profunda convicción de
respetar siempre a las personas humanas y al entorno ecológico que comparten.
Ø Costa Rica es uno de los pocos países de América
Latina y quizá del Tercer Mundo, cuya historia refleja una acentuada tradición
de reformas que fueron consolidadas y profundizadas desde su independencia, por
algunos conductores visionarios y de
espíritu justiciero.
Ø Todas estas reformas fueron inspiradas, en su momento,
por las corrientes filosóficas e ideológicas que marcaron profundamente la vida
social y política de Costa Rica, ya fueran el pensamiento liberal y el
pensamiento social de la Iglesia Católica, o fuera el pensamiento socialista y
democrático, cuanto el pensamiento socialdemócrata y socialcristiano.
Ø Las reformas propuestas e impulsadas trascendieron los
planteamientos filosóficos o intelectuales y se encarnaron profundamente en la
vida social de la población costarricense. Se produjo, entonces, esa relación
necesaria entre la teoría y la práctica, cuando las ideas se convierten en una
fuerza material. El pueblo las hizo suyas, las amplió y desarrolló, de modo que
se convirtieron en un amortiguador de conflictos sociales. Sin las reformas
alcanzadas, habría sido imposible mantener una relativa paz social ni evitar sangrientas
y recurrentes luchas internas, con el inevitable costo de vidas humanas y
enormes fracturas sociales. Además, han atenuado hasta ahora el acelerado
retroceso que las crisis financieras les imponen a los pueblos del mundo.
Ø Las Reformas sociales aplacaron en Costa Rica, las
violentas convulsiones del capitalismo mundial. Solo cuando se consolida el
mundo unipolar y se acelera el proceso de la globalización neoliberal que
penetra la estructura nerviosa del sistema económico y político nacional, el “capitalismo
salvaje” logra someter a sus mecanismos toda la red de relaciones productivas,
mercantiles y financieras internas.
Ø Asimismo,
el pueblo costarricense cuenta con reservas morales, que pueden ser desplegadas
para orientar un proyecto país de democracia humanista, basado en los valores
de la sustentabilidad (queremos una sociedad sustentable), la calidad de vida
para todos mediante el acceso universal a los servicios con calidad y
oportunidad, y una franca actitud de
búsqueda de la justicia social y la equidad.
III. Un
proyecto país con visión estratégica
15. Corresponde ahora señalar, aunque sea en sus rasgos más
generales, la Costa Rica que queremos. En ese sentido, queremos una Costa Rica
renovada, guiada por los valores de justicia y equidad social, de solidaridad
que se expresa en la seguridad social y el respeto a la diversidad, con acceso
y participación como reglas del juego democrático que construye una sociedad
sustentable, fuertemente articulada y cimentada en torno a los siguientes
vórtices-fuerza:
16. Un sistema de Seguridad Social. Que sea integral e integrador, que construye y consolida
las condiciones para el despliegue de los diversos proyectos de vida de sus
gentes y poblaciones; por tanto, impone los límites en que tales proyectos de
vida sean posibles y establece las estrategias para prevenir y enfrentar los
riesgos. Un sistema de seguridad social es comprensivo al menos de cuatro
subsistemas, fuertemente articulados entre sí, con sinergias institucionales,
armonización normativa y unidad de sentido y orientación: generar calidad de vida.
ü Un subsistema de Educación: Con acceso universal y respeto a las diferencias. Este
impulsará una educación potenciadora de la creatividad, el pensamiento crítico,
la cooperación y el despliegue de las potencialidades humanas; además debe
contar con las condiciones materiales que la soporten y hagan viable.
ü Un subsistema de Empleo: Se debe resignificar el trabajo como proveedor de dignificación
de las personas y potenciador del gozo. En ese
sentido, el subsistema de empleo debe contar con salarios y remuneraciones
justas, con condiciones de empleabilidad (adecuación vocacional, competencia
profesional, idoneidad, salud física y mental, recursos alternativos y
relaciones interpersonales) suficientes, para todas y todos, y adecuados a los
rangos de escolaridad y campo ocupacional.
ü Un subsistema de Salud: Más allá de la ausencia de enfermedad, se trata de
generar un subsistema con capacidad preventiva y reactiva, capaz de dar
seguridad en los diversos niveles etarios y condiciones de vida. Por ahora,
supone una actualización y potenciación del proyecto de seguridad social
encarnado por la Caja Costarricense del Seguro Social, lo cual requiere
orientar los esfuerzos al logro de la verdadera autonomía, de la adecuada
financiación, de una verdadera planificación, de un fortalecimiento de los
servicios preventivos de esta, para hacer sostenible el servicio público de
salud, de manera universal y solidaria.
ü Un subsistema de Vivienda: Se trata de generar opciones de vivienda con dignidad,
acceso y condiciones de convivencialidad, es decir, que permitan a todas las
gentes ejercer su acción de la forma más autónoma y más creativa, por tanto,
con condiciones de habitabilidad, intercomunicación y transporte, y acceso a servicios.
17. Un subsistema de Equidad Social. Que sea generador de oportunidades reales y accesibles para
todas las personas, que enfrente las asimetrías y luche contra las
discriminaciones, en todas sus formas; pero, a la vez, que entregue los medios
y procedimientos para que todas y todos puedan aprovechar dichas oportunidades.
Se trata de un subsistema que marca la pauta de actuación del tramado
institucional y orienta los recursos normativos y simbólico-culturales con una
visión política clara y definida: generar equidad. Por tanto, es comprensivo de la diversidad de luchas
por la equidad:
ü Lucha contra la pobreza y la desigualdad
socioeconómica: El sistema económico y
la estructura social no pueden seguir por la pendiente engañosa de que el
crecimiento, por sí mismo y según una inercia de derrame, genera bienestar para
todos. El cometido es generar procesos económicos que
sustenten la
vida humana en sociedad a partir de la reproducción de las condiciones
materiales de la vida (ser humano y naturaleza), es decir, que los procesos
económicos (producción, distribución y consumo), articulados con la
preservación del medio ambiente natural, busquen armonizar las condiciones de
posibilidad de la vida en sociedad con el entorno natural del cual los seres
humanos también somos parte. Esto debe orientar las acciones no solo para
enfrentar las condiciones (construidas) de empobrecimiento de grandes sectores
de la población, sino a generar instrumentos y mecanismos de distribución
solidarios y equitativos para superar las desigualdades.
ü Lucha contra las brechas de género, etarias, étnicas
y libidinales: La acción estatal debe
estar guiada por una perspectiva de derechos humanos, los cuales se asumen como
un conjunto de procesos sociales, económicos, normativos, políticos y
culturales que abren y consolidan, desde el reconocimiento, la transferencia de
poder y la mediación jurídica, espacios de lucha por las particulares
concepciones de dignidad humana. Esto impone, como acción estratégica
fundamental del Estado, en todos sus niveles y componentes, para la
comprensión, elucidación y enfrentamiento de las estructuras de la dominación
patriarcal, que constituye un orden de género, como un paso necesario en
los procesos de humanización y equidad. A la
vez, debe discernir y cuestionar el poder paterno-gerontocrático, por cuanto
constituye una fuente de discriminación y violencia y establece un orden
etario, que distribuye poderes e inhibe las capacidades de las personas
conforme a los diversos estatus que otorga según las edades de estas, lo mismo
que establece una economía libidinal,
que atenta contra las posibilidades de una vivencia plena de la relación entre
humanas y humanos, pues restringe los cuerpos, sus relaciones y tiempos a la
producción.
ü Lucha contra las asimetrías regionales y por la
integración: Una función ineludible
del Estado ha de ser la tarea de crear condiciones de posibilidad para que las
diversas regiones superen sus rezagos históricos, muchas veces impuesto por la
propia acción de los aparatos del Estado operados con criterios eminentemente
electorales. El mapa geográfico nunca puede ser una fatalidad, ni el mapa
administrativo un límite irrebasable, sobre todo cuando el mapa social se está reconfigurando
y movilizando. La acción estatal debe estar orientada a revertir las
condiciones de asimetría entre las regiones, las cuales nunca son naturales,
para potenciar y revitalizar el mapa social y proveer a las gentes de
mecanismos de arraigo y cohesión social y a las regiones de mayores niveles de
integración en el concierto nacional.
18. Un sistema de Reproducción Social. Que preserve y potencie las condiciones para la
reproducción de la vida, en todas sus formas, particularmente la reproducción
social con equidad y solidaridad. Los diversos subsistemas que lo componen
requieren una acción planificada, a mediano y largo plazo, que potencie la
acción interinstitucional y transforme las culturas productivas, tanto en los
espacios públicos como en los privados. En estos subsistemas debe haber
suficientes márgenes de acción para la creatividad e innovación por parte de
todos los agentes (públicos y privados), con responsabilidad, evaluación
permanente y transparencia en la gestión. Las necesarias sinergias
institucionales deben confluir con unidad de sentido y orientación para generar una sociedad sustentable en la que todas y todos
vivan bien, vivan con dignidad. Este
sistema es comprensivo de:
ü Un subsistema de protección ambiental: Es fundamental impulsar acciones mediante las cuales el
Estado garantice, defienda y preserve el derecho a un ambiente biofísico y humano
ecológicamente sustentable. Esto supone mantener el dominio público sobre los
elementos del ambiente, regular su uso y aprovechamiento de conformidad con las
reglas de la ciencia y la técnica, para que las personas vivan en un ambiente
ecológicamente sustentable. También es necesario establecer un control y uso
adecuado de organismos genéticamente modificados o transgénicos, así como
impulsar procesos de protección del ambiente mediante la educación y el establecimiento
de reglas claras frente a los tratados de libre comercio. Hay que potenciar una
cultura de corresponsabilidad y cuidado, para que todas las personas se
constituyan en defensoras de los intereses ambientales de la sociedad y aprendan
a utilizar los mecanismos de denuncia (acción popular) de los actos que atenten
contra el ambiente. Estos derechos y garantías deberían
incluirse en la Constitución Política, mediante un título de Derechos y Garantías Ambientales, para
que los derechos ecológicos sean debidamente tutelados por el Recurso de Amparo
y la Acción de Inconstitucionalidad. En
general se deben generar instrumentos ágiles y eficientes para proteger el
ambiente, de forma que se pueda asegurar a los seres humanos y a las demás
especies, la vida y existencia en el planeta Tierra. Todo ello debe ir dando
paso a una nueva sensibilidad ecológico-política para Costa Rica. En esta
perspectiva, se deben generar acciones y políticas públicas en relación con: parques
nacionales, su preservación, inalienabilidad y posibilidades restringidas de
explotación; uso y manejo de desechos, como fuente de riqueza y contra la
cultura del desperdicio; agua, como un bien vital para la sobrevivencia humana,
que asegure un acceso a ella de forma universal y con condiciones de
potabilidad suficientes; manejo de cuencas, que exprese un nuevo sentido de
convivencia, según principios de corresponsabilidad y cuidado, de los seres
humanos entre sí y con la naturaleza; mares, que incluya tanto políticas claras
y visionarias sobre los fondos marinos, la actividad de pesca, como
regulaciones para la instalación de marinas y otros usos no tradicionales; energía,
que privilegie el uso de energías limpias y no contaminantes; uso del suelo,
particularmente con control del desarrollo urbano, planificado y sostenible,
entre otros aspectos relevantes.
ü Un subsistema de soberanía alimentaria: Esta expresa el derecho
inalienable de nuestro pueblo de no ser, por ningún motivo, un rehén de los
alimentos producidos fuera de nuestras fronteras. Depender de los alimentos que
producen otros, aun cuando resulten más baratos en situaciones coyunturales,
sólo expresa una inaceptable supeditación, claramente utilizada por los países
industrializados, con agriculturas altamente subvencionadas, como una
sofisticada herramienta política. Además, es inaceptable calificar los
alimentos como mercancías. La tarea
de nutrir a nuestras poblaciones, con alimentos abundantes y de excelente
calidad, le compete por entero a nuestros campesinos, agricultores y empresarios
agroindustriales, por lo que debe ser reconstruido un sistema de apoyo
gubernamental, encabezado por el CNP, de producción, acopio, distribución
eficiente y precios accesibles para todas las familias.
ü Un subsistema de seguridad humana: Las
buenas relaciones vecinales, en el respeto y reconocimiento, y con
responsabilidades compartidas, junto con la satisfacción de necesidades reales
y la generación de condiciones de vida con calidad y equidad, constituyen la
base fundamental para construir una convivencia pacífica, por tanto, una
situación en la cual la ciudadanía se siente y vive segura (seguridad interpersonal). Esta seguridad, en el nivel primario de las
relaciones sociales, debe traducirse y, a la vez, tener un refuerzo sistemático
mediante la armonización de la legislación,
la simplificación de procedimientos administrativos, la accesibilidad a los
instrumentos y procedimientos jurídicos, administrativos y jurisdiccionales en
general (seguridad jurídica).
Asimismo, debe tener un resguardo por parte de los cuerpos policiales, cuya
acción debe estar regida por una sensibilidad civilista y vocación democrática,
que rechace los modos castrenses de enfrentar la conflictividad social y supere
las formas meramente represivas y tendencialmente violadoras de derechos
humanos (seguridad política). En este
subsistema de seguridad humana se deben atender, con carácter de urgencia,
algunas cuestiones como el abordaje de la migración, la atención a las cárceles
y otros centros de reclusión y albergue, y la acción sobre el consumo y
trasiego de drogas estupefacientes
sicotrópicas; son cuestiones que demandan políticas públicas claras,
consistentes y respetuosas de derechos humanos, pues ellas, de diversos modos,
comprometen directamente nuestro pacto de convivencia y dicen de nuestra
calidad humana.
ü Un subsistema de producción: La organización de la producción no debe constreñirse a
la dicotomía Estado o Mercado, empresa estatal o empresa capitalista, ni debe
estar limitada por la exclusividad de la propiedad privada capitalista. Existen
diversas formas de propiedad con sus modos de producción correlativos, tales
como las cooperativas, las de carácter público no estatal, las municipales, el
sector de la economía social y, desde luego, las pequeñas y medianas empresas. La
participación de todas esas formas de producción contribuye a mejorar la
equidad y a fortalecer la democracia. Sin democracia económica no hay
democracia política. Este debate también debe
abarcar el tema del equilibrio entre el despliegue del mercado interno y el
mercado de exportación. En este aspecto se deben generar políticas públicas y
programas orientados a potenciar los siguientes rubros:
1)
Infraestructura
pública: se debe impulsar la recuperación, ampliación, modernización y
mantenimiento de esta, que incluye mínimamente la estructura vial, los puertos
y aeropuertos, el transporte público y las instalaciones edilicias de servicio
público.
2)
Telecomunicaciones:
se debe mantener y asegurar el control público del espectro radioeléctrico y
una participación democrática efectiva cuando se dieren concesiones a agentes
privados, así como la ampliación de la cobertura y calidad de los servicios de
internet y la potenciación en el uso de las tecnologías de la información y la
comunicación (TICs), con modos de gestión innovadores, que pueden convocar los
emprendimientos mixtos, y que aseguren el acceso a las mayorías y el control de
los precios y tarifas.
3)
Organización
productiva: se debe potenciar la instalación de parques industriales, que
permitan encadenamientos y el establecimiento de sinergias productivas, con
respeto a las condiciones del medio, de modo que se minimice el impacto en
este, y, de ser posible, que articulen zonas históricamente rezagadas. Estos
emprendimientos deben estar apoyados por una Banca de desarrollo que asegure
las condiciones de financiación responsables y solidarias, así como por una
política de seguros que cubra a los pequeños y medianos productores frente
riesgos no asegurables por los intermediarios de seguros privados en el sistema
de competencia.
4)
Comercio
nacional e internacional: Es imprescindible desplegar políticas inteligentes y
proactivas para dinamizar el intercambio comercial en el mercado interno, pero
también para posicionarnos estratégicamente en el mercado internacional, de
modo que podamos diversificar nuestros socios comerciales y construir márgenes
de autonomía frente a estos.
ü Un subsistema de cultura e investigación: Uno de los mitos más perversos es que un país pequeño y
empobrecido no puede desarrollar acciones serias en el campo de la
investigación científica y tecnológica. Contrario a ese mito, en estos momentos tenemos cuadros intelectuales y
científicos de alto nivel. Hay que ponerlos a trabajar en función del despliegue
de las potencialidades y capacidades nacionales, para construir eso que
llamamos una “ciencia nacional”. La investigación científica y tecnológica debe
ser colocada en un lugar relevante, y debe ser dotada de los recursos políticos
y financieros necesarios. El desarrollo científico y tecnológico del país debe
ajustarse a los valores y principios definidos en este proyecto país y
ajustarse a las necesidades nacionales.
19. Un sistema democrático. Es urgente que impulsemos un proceso de democratización en el cual se recupere la tradición y
los logros alcanzados en la formación de una institucionalidad electoral; pero,
a la vez, que logre superar el procedimentalismo enquistado que limita las
posibilidades de participación ciudadana, para impulsar los diversos mecanismos
de acción popular, expresivos de la soberanía popular, como base de la
construcción del cualquier sistema que se pretenda democrático. Un proceso de
democratización que lleve a la potenciación y renovación de las estructuras
institucionales, los tramados normativos que la sostienen y sus prácticas
burocráticas. Aún más, que impregne todos los espacios de la vida, personal y
colectiva, ya sea en los ámbitos íntimos, familiar, privado, público, local,
nacional, regional, continental y mundial. Y es que una sensibilidad democrática
también es la búsqueda y apuesta –en sentido pascaliano- por establecer
criterios para este proyecto de vida en común, que nos permita, en lo
específico, refundar el pacto social costarricense en pro de una Costa Rica
renovada. Un proceso de democratización integral, no
solo electoral, que impulse una forma de gobierno en la que ni los políticos,
ni los burócratas, ni el mercado, sino un pueblo fortalecido, lo realice en
forma legítima para nutrir su propia libertad. En este ámbito, se comprenden al menos:
ü Un subsistema de gobierno y administración: Se debe redefinir la organización política
administrativa del país a partir de la distribución del poder y la autonomía de
los territorios. Sobre la base de ese concepto, corresponde formular
algunas propuestas concretas que contemplen esa visión país, de procurar una
organización distinta. La ciudadanía organizada debe
jugar un rol fundamental en ese proceso de transformación. Si el Estado se construye sobre la base de la
distribución del poder, tiene que haber una ruptura con el centralismo, el
verticalismo, el vallecentralismo y el alejamiento del Poder. Inevitablemente,
para distribuir el poder en los territorios y en la ciudadanía, hay que
desinflar muchas de las funciones que hoy en día tiene el Poder Central, y que
podrían estar en manos de los gobiernos locales, y de las instancias
organizativas propias de las provincias, regiones, y entidades locales. El gobierno en este nuevo esquema, no solo sería el
Gobierno Central, instalado en San José, sino que el gobierno también estaría
en los territorios provinciales o regionales y en los cantones. Asimismo, como
contrapartida y control de ese gobierno se deben profundizar y potenciar los mecanismos
de decisión y consulta popular.
ü Un subsistema de instituciones públicas con una
cultura del servicio público: Si bien en
el pasado se construyó un tramado de instituciones de servicio público, amplio
y heterogéneo, es necesario consolidarlo y, en no pocos casos, reorientar hacia
el servicio público, que es servicio a las gentes y las comunidades, sus
prácticas y cultura organizacional. Se requiere para ello, entre otras cosas,
generar un flujo de la información y una articulación de las acciones, para
superar las prácticas aislacionistas y fragmentarias que derrochan recursos
públicos, e instaurar una cultura de la acción sinérgica y racionalmente
orientada.
ü Un subsistema de política y relaciones
internacionales: El Estado
costarricense debe generar e impulsar una política exterior amplia, que le
permita relacionarse inteligentemente en el mundo de hoy, sin comprometer su
identidad y su soberanía. Reconociendo la realidad histórica y geopolítica,
debe privilegiarse la relación estrecha y multifacética con los otros Estados
latinoamericanos, de manera que se pueda participar en los procesos unitarios
en marcha en la región, que buscan la mayor cohesión y respeto en la arena
internacional, sin comprometer las posibilidades de desplegar una política
exterior ágil e independiente, orientada a salvaguardar la paz, el respeto a
derechos humanos y la dignidad humana, la protección ambiental y la convivencia
democrática. El respeto que reclamamos celosamente para nosotros lo debemos
tener para con las otras naciones y pueblos de la tierra. La política exterior
costarricense debe impulsar que las controversias internacionales, así como los
conflictos internos de cada país, se resuelvan por la vía de la negociación y
el diálogo. En defensa de la vida en el planeta, tal como la conocemos, debemos
abogar por la desnuclearización total y la renuncia al uso de todo tipo de
armas de destrucción masiva por parte de los Estados que las posean, que
deberían destruirlas, así como evitar la proliferación de estas. También se
debe impulsar la democratización real de todas las instancias internacionales y
la no exclusión de ningún miembro de estas.
ü Otras acciones democratizadoras: Para fortalecer el sistema democrático y potenciar los
procesos de democratización radical es necesario retomar, en todos los niveles,
la función de educación política, pues
el modelo neoliberal y las prédicas de gobernabilidad llevaron a renunciar a
ella con consecuencias nefastas. Esta es la base para impulsar los procesos de participación
social radical orientados a una formación para la convivencia pacífica y el
cuidado recíproco. Asimismo se debe profundizar y consolidar el sistema de
libertades, que asegure entre otros aspectos fundamentales el derecho a la comunicación,
la participación y la atención a la demanda social; pero también que sea
garante de la pluralidad de las formas de organización social, con su riqueza
de acciones colectivas y emprendimientos comunitarios.
Todo esto nos permitirá refundar la Costa Rica que
queremos, para la nuestra y las generaciones futuras. Este es el reto y la
tarea: generar un nuevo sentido común (hegemonía) de una Costa Rica con
seguridad social y equidad, sustentable y democrática; una Costa Rica en la que
la promesa y la posibilidad de ir viviendo bien, viviendo con dignidad,
sea una realidad que se construye permanentemente.
Iniciativas colectivas que han
aportado insumos para la elaboración de este
Proyecto país: Gente viviendo con dignidad
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§ CONSENSO PATRIOTICO
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§
MOVIMIENTO
DIGNIDAD NACIONAL
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§
AGENDA
NACIONAL
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§
AGENDA
CIUDADANA
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§
COALICION
CARTAGINESA UNIDA
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§
Asociación Pro Seguridad del Comercio y la Seguridad
(Asoproseco)
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§
Movimiento
Cívico Pro Reformas Estructurales Político Administrativas que requiere Costa
Rica
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§ FORO
DE ACCIÓN UNITARIA (FAU)
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§ asimismo se recibieron aportes de
ambientalistas, intelectuales académicos, agentes políticos independientes,
etc.
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